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Cuando las partes iban donde el pretor, este les permitía expresarse con sus
propias palabras.
Una vez establecida la cuestión de este modo, se aplicaba un documento
escrito, conocido como fórmula.
Esta permitía al juez condenar al demandado si encontraba probadas ciertas
alegaciones y absolverle si no lo hacía.
La fórmula, luego de ser fijada, se sellaba, algo así como un sobre, de tal
forma que nadie pudiese manipularla.
Toda la autoridad del iurex derivaba de la fórmula, teniendo por ello que
actuar dentro de sus términos.
El Pretor y el control de los remedios
El pretor podía conceder una fórmula siempre que estimara que la política
del Derecho lo justificaba, en el sentido de que considerara que un
demandante, que pudiera probar su caso, debía obtener un remedio.
La función de los pretores era declarar el Derecho y hacerlo efectivo a través
de la concesión de remedios adecuados.
El pretor, no obstante, podría conceder una fórmula para una situación en la
cual no existía precedente. En este caso no creaba Derecho, sino sólo
reafirmaba la potestad de la ley en cuanto a dar respuesta a las cuestiones
que se suscitasen.
El Pretor y el control de los remedios
En el Siglo II d.C., el Imperio Romano se extendía al oeste por la mitad del sur
de Britania, Galia y la Península Ibérica, y a lo largo del margen oriental del
Rin y por las tierras del sur del Danubio, hasta llegar a Asia menor, Siria y
Egipto en el este.
La ciudadanía romana perdió el carácter de exclusividad del que había
disfrutado durante la República. Al final de esta, la ciudadanía se había
extendido a la mayor parte de aquellos que vivían en Italia, es decir, la Italia
actual al sur del Río Po.
El Imperio utilizó la concesión selectiva de la ciudadanía como medio de
integración en un conjunto único de todos aquellos habitantes de los
territorios, de tal manera que se rompiese la conexión entre ciudadanía y
origen italiano.
El Imperio y el Derecho
Los dos primeros siglos de la era cristiana Marcano el punto álgido del
desarrollo jurídico moderno, en el sentido de que técnicamente se habían
alcanzado sus formas más sofisticadas y refinadas.
Este período es conocido como la Época Clásica del Derecho Romano.
En esta misma época, Roma tiene sangrientos emperadores, que eliminan la
gloria de Roma como Estado de Derecho. Sin embargo, por estrategia política,
los emperadores no intervenían en el tan preciado Derecho Privado.
Los juristas en el Período Clásico
El esquema del manual con el que enseñaba a sus discípulos, las Instituciones,
se basa en una clasificación del Derecho en tres partes. Esta tricotomía era
especialmente atractiva para los profesores al tratarse de un número
manejable, idóneo para alumnos con limitada capacidad.
El esquema de Gayo divide al Derecho en tres partes: personas, cosas y
acciones.
La primera categoría se ocupa de los distintos status personales, considerados
desde tres puntos de vista: libre/esclavo, peregrino/ciudadano y
paterfamilias/bajo potestad.
La segunda categoría ocupaba la mayor parte de la clasificación. Incluía todo
aquello susceptible de tener un valor económico y comprendía tanto las cosas
corporales como las incorporales.
La ordenación del Derecho
Gayo sitúa a las obligaciones entre las cosas incorporales. Ahora, Gayo ofrecía
una nueva visión de la obligación: no sólo la contemplaba como una carga
para el deudor, sino también en forma de un activo en manos del acreedor.
La tercera parte del Derecho en el esquema de Gayo estaba dedicada a las
acciones. En ella se ocupaba tanto del procedimiento para demandar ante los
tribunales como de las diferentes clases de acciones, tales como aquellas que
podían ser ejercidas contra cualquiera.
El esquema de las Instituciones estaba destinado a tener una enorme
influencia en el futuro, aunque en su tiempo tuvo poco impacto fuera del
ámbito académico.
La culminación de la jurisprudencia
clásica
Nada más al empezar el tercer siglo de nuestra era, el emperador Antonino
Caracalla promulgó un importante edicto que tuvo el efecto de convertir a la
mayor parte de los habitantes de su imperio, con independencia de su
voluntad, en ciudadanos romanos. Constitutio antoniniana del año 212 d.C.
El Período Clásico alcanzó su clímax en la década inmediatamente posterior a
este constitutio, con la obra de tres juristas: Papiniano, Paulo y Ulpiano,
quienes años más tarde serían considerados los juristas más sobresalientes.
Papiniano destacó en el análisis de los casos específicos y sus soluciones a los
problemas jurídicos mostraban un profundo sentido moral y el deseo de
alcanzar un resultado justo.
La culminación de la jurisprudencia
clásica
Paulo y Ulpiano son conocidos por sus magníficos comentarios en los que
sintetizaron la obra de sus predecesores, transmitiéndola a las generaciones
posteriores en una madura, aunque todavía compleja, forma.
Ulpiano establece por primera vez una distinción clara entre el Derecho
Público y el Derecho Privado.
Con el asesinato de Ulpiano a manos de unos pretorianos rebeldes en el año
223 d.C. (Papiniano había sido ejecutado por orden de Caracalla una década
antes), finalizaba el Período Clásico.
El Segundo Siglo de nuestra era supuso un tiempo de paz y estabilidad inusual
para el Imperio Romano.
La división del Imperio