Gn 3, 4: “La serpiente dijo a la mujer: ‘No moriréis en modo alguno;
es que Dios sabe que el día que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal’”.
Dios había recordado a Adán y Eva el peligro de la desobediencia
(“si coméis del fruto, moriréis”) no porque quisiera el castigo de los hombres, sino para prevenirles del camino que se abre fuera de la unión con Dios.
El tentador les ofrece una divini-
zación falsa por no tener en cuen- ta la Ley y el Amor de Dios para ellos. Es “padre de la mentira” (Jn 8, 44). CRE 76 de 83 EL PECADO ORIGINAL, 2
El hombre tiene en su libertad el destino de sus pasos, y puede de-
cidir en cada instante si se dirige a la meta querida por Dios o si prefiere darle la espalda. Es el “mysterium iniquitatis” (2 Ts 2, 7).
San Josemaría, Es Cristo que pasa 6: “los ojos
del alma se embotan; la razón se cree autosufi- ciente para entender todo, prescindiendo de Dios. Es una tentación sutil, que se ampara en la digni- dad de la inteligencia, que nuestro Padre Dios ha dado al hombre para que lo conozca y lo ame li- bremente. Arrastrada por esa tentación, la inteli- gencia humana se considera el centro del Univer- so, se entusiasma de nuevo por el ‘seréis como dioses’ y, al llenarse de amor por sí misma, vuelve la espalda al amor de Dios”. CRE 77 de 83 EL PECADO ORIGINAL, 3
Gn 3, 7-8: “Entonces se les abrieron los ojos y
conocieron que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Y cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, el hombre y la mu- jer se ocultaron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del jardín”.
Empezaron a ver (visión, inteligencia y voluntad) con la perspecti-
va de la malicia, del amor propio desordenado. Sus cuerpos, hasta el momento perfectamente sujetos al alma, comienzan a solicitar un papel que desborda la capacidad de dominio presente en su cora- zón (se ciñen). No sólo están alteradas las relaciones entre ellos, sino las relaciones con los seres creados y con Dios, que no les dejó aban- donados. CRE 78 de 83 EL PECADO ORIGINAL, 4
CCE 404 responde a la pregunta: “¿Cómo el pecado de Adán vino
a ser el pecado de todos sus descendientes?”.
“Todo el género humano es en Adán ‘como el cuerpo único de un
único hombre’ (Santo Tomás, De malo 4, 1, c). Por esta unidad del género humano, todos los hombres están implicados en el peca- do de Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo”.
“Sin embargo, la transmisión del pecado original es un misterio
que no podemos comprender plenamente. Pero sabemos por la re- velación que Adán había recibido la santidad y la justicia origina- les no para él solo sino para toda la naturaleza humana: cedien- do al tentador, Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado afecta la naturaleza humana, que transmitirán en un estado caído”. CRE 79 de 83 EL PECADO ORIGINAL, 5
CCE 404 sigue:
“Es un pecado que será transmitido
por propagación a toda la humani- dad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales”.
“El pecado original es llamado ‘pecado’ de
manera análoga: es un pecado ‘contraído’, ‘no cometido’, un estado y no un acto”. CRE 80 de 83 EL PECADO ORIGINAL, 6
“Aunque propio de cada uno, el pecado original no tiene, en
ningún descendiente de Adán, un carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida” (CCE 405).
La naturaleza humana quedó
herida por el pecado original. Concretamente están heridos la inteligencia (ignorancia), la voluntad (malicia), el ape- tito irascible (debilidad) y el apetito concupiscible (con- cupiscencia). CRE 81 de 83 EL PECADO ORIGINAL, 7
“El Bautismo, dando la vida de la gra-
cia de Cristo, borra el pecado origi- nal y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual” (CCE 405).
El influjo del mal que comienza con el pecado original no se reduce
a la esfera personal del individuo. Después del pecado, el mundo “todo entero yace en poder del maligno” (1 Jn 5, 19). Esta situación dramática “hace de la vida del hombre un combate” (CCE 409). CRE 82 de 83 EL PECADO ORIGINAL, 8
“A través de toda la historia del hom-
bre se extiende una dura batalla con- tra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin gran- des trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo” (Gaudium et spes 37). CRE 83 de 83 EL PECADO ORIGINAL, 9
San Josemaría, Es Cristo que pasa
73: “Cristo, que es nuestra paz, es también el Camino. Si queremos la paz, hemos de seguir sus pasos. La paz es consecuencia de la guerra, de la lucha, de esa lucha ascética, ínti- ma, que cada cristiano debe soste- ner contra todo lo que, en su vida, no es de Dios: contra la soberbia, el egoísmo, la superficialidad, la estre- chez de corazón”.