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Fortalecer el influjo de la
conciencia sobre la voluntad,
llevando a la persona a hacer el
bien y evitar el mal.
La conciencia dirige su
testimonio solamente
hacia la persona misma, y,
a su vez, solo la persona
conoce la propia respuesta
a la voz de la conciencia.
La conciencia abre a
la llamada de la voz
de Dios.
“La conciencia, por tanto, no es una
fuente autónoma y exclusiva para
decidir lo que es bueno o malo; al
contrario, en ella está grabado
profundamente el principio de
obediencia a la norma objetiva,
que fundamenta y condiciona la
congruencia de sus decisiones con
los preceptos y prohibiciones en los
que se basa el comportamiento
humano”
La conciencia se expresa con actos
de juicio, que reflejan la verdad
sobre el bien, y no como decisiones
arbitrarias. La madurez y
responsabilidad de estos juicios se
demuestran con una apremiante
búsqueda de la Verdad y dejarse
guiar por ella en el obrar.
Sin luz en la conciencia,
puede que no se sienta
culpa personal, pero
seguirá habiendo falta.
La búsqueda de la
Verdad nos permite
practicar de manera
consciente la Justicia
Social.
La libertad no solo es la elección por
esta o aquella acción particular, sino
que es también, dentro de esta
elección, decisión sobre sí y
disposición de la propia vida a favor o
en contra del Bien, a favor o en contra
de la Verdad.
La función clave en la
vida moral habría que
atribuirla a esta opción
fundamental a favor o
en contra del Bien, la
cual es trascendental.
DISPONER TU VIDA
HACIA EL BIEN
La disposición, en otras palabras, el hábito, la
virtud.
Seguir el principio de la ley moral: haz el bien y evita el mal, en sentido estricto y general.