La muerte es la más terrible de nuestras visitas, porque se sabe con seguridad que algún día vendrá por nosotros, dónde quiera que estemos y a pesar de lo que hagamos. Sin embargo, hablar de la muerte es también hablar de la vida, es imposible referirse a lo uno sin contemplar lo otro. Francisco de Quevedo hizo esculpir en su lápida: “Qué mudos pasos traes, ¡oh! muerte fría, pues con callados pies todo lo igualas”. Concepto muy similar al utilizado muchas veces en la masonería. La muerte no solo es un fin, puede ser un medio para ser mejores o para recordar la igualdad entre los seres humanos. No es coincidencia que las religiones y la masonería la utilicen de igual manera. Un cráneo y dos tibias representan como la muerte nos hace iguales a todos, ricos y pobres, sabios y necios. La muerte puede tener otras significaciones o implicaciones mirándola desde la literatura, la filosofía y la masonería. Tomando la propuesta de Victoria Monera quisiera esta noche compartir con ustedes algunas reflexiones a través de la literatura. En esta, la muerte aparece ligada frecuentemente a algunos tópicos literarios: • CARPE DIEM o disfruta de la vida. • PEREGRINATIO VITAE o la vida como un camino. • TEMPUS FUGIT o la vida es breve. • MEMENTO MORI o recuerda que has de morir. • VANITAS VANITATIS o todo es vanidad Al ver mis horas de fiebre e insomnio lentas pasar, a la orilla de mi lecho ¿quién se sentará? Cuando la trémula mano Gustavo Adolfo Bécquer tienda, próxima a expirar, (Sevilla, 1836 – Madrid, 1870) buscando una mano amiga, ¿quién la estrechará? Cuando la muerte vidrie de mis ojos el cristal, mis párpados aun abiertos ¿quién los cerrará? Cuando la campana suene (si suena en mi funeral) una oración, al oírla, ¿quién murmurará? Cuando mis pálidos restos oprima la tierra ya, sobre la olvidada fosa ¿quién vendrá a llorar? ¿Quién, en fin, al otro día, cuando el sol vuelva a brillar, de que pasé por el mundo, quién se acordará? Es el camino de la vida… En la frescura de las rosas ve reparando. Y en las lindas adolescentes. Y en los suaves aromas de las tardes tibias. Por su parte MANUEL MACHADO nos ofrece estos Abraza los talles esbeltos versos con los que nos anima a disfrutar de la vida y besa las caras bonitas. EL CAMINO DE LA MUERTE De los sabores y colores Es el camino de la muerte. gusta. Y de la embriaguez divina. Escucha las músicas dulces. Goza de la melancolía de no saber, de no creer, de soñar un poco. Ama y olvida, y atrás no mires. Y no creas que tiene raíces la dicha. No habrás llegado hasta que todo lo hayas perdido. Ve, camina… Es el camino de la muerte. Es el camino de la vida. NICOMEDES SANTA CRUZ (1925-1992), Quisiera, por un segundo, poeta peruano , escribe un poema desafiante en contemplarte cara a cara el que se atreve a amenazar a la Muerte y que el Cosmos me dotara MUERTE, SI OTRA MUERTE HUBIERA de indestructible poder Muerte, si otra muerte hubiera conjugando un verbo Ser Que de ti me libertara que de ti me libertara. Muerte, yo te desafío, a esa muerte pagara tu presencia no me extraña, porque a ti, muerte te diera. me burlo de tu guadaña (Anónimo) y de tus huesos me río. La Señora Silenciosa, Muerte, no le temo al frío La Veterana Infalible. Que los corazones para. La Muerte, cosa terrible, Muerte, si otra te matara, La Muerte… ¡tremenda cosa! al saberte ya destruida, Qué fuerza tan misteriosa, con la prenda más querida a esa Muerte pagara. implacable, traicionera: Muerte que todo lo callas Llegas al que no te espera, estás en todo lugar, huyes del que te reclama, en las nubes, en el mar, ríes del pobre que clama: en los campos de batalla. ¡Muerte, si otra muerte hubiera…! Cada bala de metralla Quisiera librar al mundo es tu palabra certera… de tu macabra misión. Si de otra muerte muriera, Quisiera darte prisión si otra muerte me llevase a esa Muerte pagase en un abismo profundo. porque a ti, muerte te diera. CONSEJO MORTAL Levanta tu edificio. Planta un árbol. Combate si eres joven. Y haz el amor, ¡ah, siempre! Mas no olvides al fin construir con tus triunfos lo que más necesitas: una tumba, un refugio.
GABRIEL CELAYA (1911-1991)
Qué costumbre tan salvaje de Jaime Sabines ¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos!, ¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir. Yo siempre estoy esperando a que los muertos se levanten, que rompan el ataúd y digan alegremente: ¿por qué lloras? Por eso me sobrecoge el entierro. Aseguran las tapas de la caja, la introducen, le ponen lajas encima, y luego tierra, tras, tras, tras, paletada tras paletada, terrones, polvo, piedras, apisonando, amacizando, ahí te quedas, de aquí ya no sales. Me dan risa, luego, las coronas, las flores, el llanto, los besos derramados. Es una burla: ¿para qué lo enterraron?, ¿por qué no lo dejaron fuera hasta secarse, hasta que nos hablaran sus huesos de su muerte? ¿O por qué no quemarlo, o darlo a los animales, o tirarlo a un río? Habría que tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir. Y en estos momentos, ¿cómo entender la muerte?
Pregunta difícil, personal y contaminada con sentimientos sobre uno
mismo, sobre los que amamos y sobre los más vulnerables. Cualquiera que sea la respuesta, temo que nos está llevando a nuestra sociedad hacia una enfermedad colectiva similar a la depresión. Que no nos permite pensar y actuar de la manera adecuada, con la razón. La muerte, o mejor aún el miedo a ella nos está convirtiendo en esclavos de una propuesta que puede llevarnos a un caos aún mayor. La muerte es inevitable, nuestro miedo a ella también, pero las maneras de enfrentarlas pueden ser múltiples y su reflexión muy importante. José María Vigil plantea desde el Psicoanálisis Social, disciplina donde destacaron Erich Fromm y Karen Horney, que las sociedades, así como las personas pueden tener enfermedades sociales. Karen Horney formuló una hipótesis: que las enfermedades colectivas o sociales que padecen las comunidades humanas o las sociedades obedecen a los patrones culturales y las circunstancias sociales propias de dichas sociedades. La depresión psicológica se debe a que el sujeto se siente expuesto a una situación de “castigo” permanente. Sea cual sea su respuesta conductual no logra recibir un reforzador positivo. Por más que trate de “aprender”, no logra encontrar la respuesta que pueda ser “instrumental” ya sea para recibir un reforzador positivo o, al menos, para “escapar” al reforzador negativo al que se encuentra sometido o para la “evitación” de los «castigos» que prevé. En esa situación, el sujeto, que intenta todas las respuestas posibles para salir de la situación y que no logra aprender una respuesta que le resulte provechosa, acaba aprendiendo que una respuesta suya, cualquiera que sea, le va a traer castigo. Aprende pues que lo mejor que puede hacer es no reaccionar, no actuar, porque está convencido de que cualquier actuación suya le va a ser nociva. En estos días, por ejemplo, a dos semanas de encierro, son más frecuentes las cadenas de oración, las ceremonias religiosas virtuales y la búsqueda de la salvación en Dios. Hay que encontrar respuestas en la razón, en la ciencia, en la religión en la ficción. Algunos síntomas de la depresión son: • 1. Tristeza patológica • 2. Dolor moral: • -Temas delirantes: frustración, negación, hipocondría • 3A. Disminución de la actividad psíquica • --Pérdida de la memoria • 3B. Disminución de la actividad motora • -Fatiga • • 3C. Disminución de la actividad orgánica ¿Reconocemos alguno de estos síntomas en nuestra sociedad en estos momentos? Debo confesar que mi miedo más grande en estas semanas no es el Coronavirus, ni la muerte, sino el futuro. Y dentro de esto, la posibilidad que nuestra sociedad caiga en depresión, que se reflejará entre otras cosas en la inacción. Esto me parece más complicado aún, porqué podría llevarnos a un escenario permanente. Siguiendo todavía la psicología social y la propuesta López Vigil, ante una depresión colectiva se propone una terapia cognitiva social que conste de tres pasos diferentes. a) Incidir en el campo cognitivo social: detectar y desenmascarar las “distorsiones de pensamiento” que se producen inevitablemente en un momento de enfermedad social, concretamente de depresión. Y ello, tanto a nivel de los “pensamientos automáticos” como del «imaginario social». b) Incidir en el campo de las «reacciones fisiológicas» o de las emociones. El colectivo enfermo necesita neutralizar esas emociones dolorosas, necesita bloquear esa evocación constante de emociones dolorosas por parte de los “pensamientos distorsionados”, y necesita llegar a ser capaz de evocar y desarrollar emociones positivas aun en medio de la dolorosa situación psicológica actual. c) Y, por supuesto, siguiendo la tradición del más puro espíritu latinoamericanista, la terapia integral a la que nos estamos refiriendo abarcaría también la continuación de la lucha, la búsqueda de la verdad y de la igualdad social, la lucha contra la injusticia. Por lo tanto, ante la crisis sugiero la acción, la actividad individual y colectiva, lo cual se puede hacer desde caso o fuera de ella. La inactividad profundiza los problemas, la acción la puede transformar. Es un buen momento para utilizar el tiempo para reflexionar, estudiar y crear. Nuevas formas en lo económico y en lo social serán necesarias. Nuevas formas de empresas se necesitan y otras desaparecerán. Este tiempo puede ser una oportunidad para ello. La muerte y la crisis pueden ser una puerta que nos lleve a entender a la vida de otra manera, una mejor.
En mi caso estoy convencido que la muerte puede ser superada, que la
eternidad es posible si nuestros actos lo permiten. Visitar las tumbas de algunos que partieron antes de nosotros me confirma esta creencia. La visita a las tumbas de algunos que nos precedieron me reafirma esta convicción. La muerte no existe, hay quienes son eternos. Termino, con un poema de Leonidas Proaño, que he pedido sea leído en mi tumba. Intento vivir de tal manera que sea merecedor de esas palabras. Tú… te vas... Tú… te vas... Pero quedan los árboles que sembraste, como quedan Tú… te vas... los árboles Pero, quedan que antes sembraron otros. los árboles que sembraste: más árboles, y más frutos Los árboles y mas fecundas semillas. darán fruto y darán también semillas. Las semillas Riobamba, marzo, 1984. cultivadas se convertirán en árboles. La muerte