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Cristóbal Colón y La Participación de Los Judíos en El Descubrimiento de América Por El Historiador Judío y Rabino Meyer Kayserling PDF
Cristóbal Colón y La Participación de Los Judíos en El Descubrimiento de América Por El Historiador Judío y Rabino Meyer Kayserling PDF
CAPÍTULO II
Los tratados que él estudió con mayor celo fueron Historia Rerum
Ubique Gestarum de Aeneas Sylvius, e Imago Mundi del obispo Pierre
d'Ailly. Esta última obra, puede ser observado de paso, había sido ya
traducida ya al hebreo en siglo XIV. El conocimiento que tenía Colón
de Aristóteles, Estrabón, Séneca y otros clásicos latinos y griegos fue
sacado del libro de Pierre d'Ailly; la Imago Mundi fue su constante
compañero de viaje, y su copia de ese libro está llena de sus propias
anotaciones marginales. Además de las tablas astronómicas de Zacuto él
poseía algunos trabajos escritos por o atribuídos a Abraham ibn-Esra;
por ejemplo, el pequeño libro sobre los "días críticos", Liber de
Luminaribus et Diebus Criticis, y el De Nativitatibus (Venecia, 1485).
Ibn Esra era un eminente hombre de conocimiento; su nombre era
honrado tanto por cristianos como por judíos. Zacuto sin duda llamó la
atención de Colón hacia De Nativitatibus durante la residencia de éste
en Salamanca; él compró una copia de ese libro en aquella ciudad, según
una nota de su propia letra, por cuarenta y un maravedíes. Más tarde, en
España, él leyó con celo religioso el tratado sobre el Mesías, que fue
escrito (originalmente en árabe) por el prosélito Samuel ibn-Abbas de
Marruecos con el propósito de convertir al rabino Isaac de Sujurmente;
había sido traducido al castellano en 1339, y al latín cien años más tarde.
Ese libro interesó tanto a Colón, que copió tres capítulos enteros. Él era
también muy aficionado a la lectura de la Biblia y el [apócrifo] Cuarto
Libro de Esdrás, que fue probablemente escrito por un judío que vivió
fuera de Palestina. Según su propia aseveración, el incentivo que lo
impulsó a planear sus descubrimientos no fue un amor por la ciencia sino
su interpretación de las profecías de Isaías.
Pedro de Covilhão, para quien, por orden del rey, Vecinho y Rodrigo
habían preparado un globo terrestre, visitó Goa, Calicut y Adén, y siguió
adelante tan lejos como hasta Sofala, en la costa Este de Sudáfrica. Él
entonces volvió a El Cairo, donde él y Payva habían acordado
encontrarse. Allí él encontró a dos judíos de Portugal que lo esperaban,
el erudito Abraham de Beja y Joseph Zapateiro de Lamego. Ellos
llevaban para el caballero cartas y órdenes del rey. Zapateiro había
visitado antes Bagdad, y cuando él volvió a Portugal informó al rey João
de lo que él había aprendido acerca de Ormuz, el principal emporio para
las especias de India. João solicitó que él y el lingüista Abraham fuera
en busca del errante Covilhão, y le informaran que debía enviar a Lisboa,
por medio de Zapateiro, noticias acerca del éxito de su expedición; y a
partir de entonces, en compañía de Abraham de Beja, asegurar
información exacta sobre los asuntos de Ormuz. En consecuencia,
Joseph Zapateiro se unió a una caravana cuyo destino era Aleppo, y llevó
a Portugal toda la información que Covilhão había reunido de marineros
indios y árabes. El caballero informó al rey que, navegando a lo largo de
la costa Oeste, los portugueses podrían sin dificultad alcanzar el extremo
Sur de África. Pero antes de que Joseph llegara a su destino, se sabía ya
en Lisboa que Bartolomé Díaz no había simplemente descubierto sino
que también había dado la vuelta al Cabo Tormentoso, el Cabo de Buena
Esperanza.
Después de que sus ofertas habían sido rechazadas por el rey, Colón
resolvió abandonar Portugal, esperando asegurar ayuda en otra parte
para la ejecución de sus proyectos, en Génova, en Venecia, o del rey de
Francia. Su situación era en efecto muy desgraciada. Él había perdido a
su esposa; él estaba pobre, y era diariamente presionado por sus
acreedores, de modo que tuvo que marcharse de Lisboa en secreto, por
la noche, con su pequeño hijo Diego. Él dejó Portugal en 1484, y se
dirigió hacia Huelva, donde tenía la intención de dejar a su niño a cargo
de la hermana casada de su esposa. Después de intentar en vano inducir
a Enrique de Guzmán, el duque de Medina-Sidonia, para que cooperara
con él en sus proyectos de descubrimiento, se puso al servicio de Luis
de la Cerda, el primer duque de Medina-Celi, uno de los príncipes más
ricos de Andalucía. Éste lo recibió hospitalariamente, lo alojó en su
palacio durante mucho tiempo [3], y pareció inclinado a emprender la
expedición a su propio costo, especialmente ya que Colón exigió sólo
tres mil o cuatro mil ducados a fin de equipar dos carabelas. Para equipar
barcos era necesario, sin embargo, obtener el consentimiento de la
corona, pero el permiso fue rechazado. Entonces el duque escribió desde
Rota a la reina, y por recomendación de él, Colón, después de una larga
espera, se aseguró el acceso a los soberanos españoles, Fernando de
Aragón e Isabel de Castilla.
[3] No hay ninguna prueba de que Colón fuera el invitado del duque
durante dos años, como sus biógrafos afirman. En la carta del duque al
cardenal de España, él dice: "Yo tuve en mi casa mucho tiempo a C.
Colón".
CAPÍTULO III
Bajo el afable pero impotente rey Enrique IV, Castilla había estado
en una condición de anarquía. En cada lado se formaban complots por
los turbulentos Grandes señores, descontentos con el rey y con su
gobierno. La corona estaba empobrecida; incluso en el palacio Real las
necesidades más apremiantes a menudo permanecían insatisfechas. La
conducta de la reina amante del placer evocaba toda clase de rumores.
Beltrán de la Cueva era su favorito, y la gente llamaba a su hija La
Beltraneja. El rey, que había sido durante mucho tiempo un constante
objeto de burla, fue destronado después de mucho tiempo, y su hermano
Alfonso fue proclamado como su sucesor (1465).
Los adherentes más leales del rey Juan eran los judíos, y ellos le
prestaron importantes servicios. Por ejemplo, la habilidad de Abiatar
aben-Crescas, su médico y astrólogo de corte, restauró su vista. El rey
exhibió tanta liberalidad y buena voluntad hacia los judíos que su muerte
les causó una pena profunda. Varias comunidades judías del reino se
reunieron en Cervera para celebrar un servicio conmemorativo; ellos
cantaron salmos hebreos y canciones fúnebres españolas, y Aben
Crescas pronunció un elogio del carácter del buen monarca [2].
El hecho de que los marranos, cuyo número en toda España era muy
grande, poseyeran gran riqueza y fueran en todas partes estimados por
su inteligencia, despertó la envidia y el odio. El hecho de que ellos
también lealmente adhirieran a su religión ancestral y tuvieran una
relación activa con los judíos, molestaba a la parte fanática del clero
español.
CAPÍTULO V
Colón en Santa Fe — La Caída de Granada — La Posición de los
Santángel; Su Persecución por la Inquisición — Intercesión de Luis de
Santángel a Favor de Colón — Las Joyas de la Reina, y el Préstamo de
Santángel para el Equipamiento de la Expedición.
Hagamos una pausa para indagar quién era Luis de Santángel. En los
siglos XV y XVI la familia Santángel o Sancto Angelo era una de las
más ricas, más influyentes y más poderosas en Aragón. Cuando, a
consecuencia de grandes persecuciones y de los sermones anti-judíos de
Vicente Ferrer, muchos judíos en Calatayud, Daroca, Fraga, Barbastro y
otras ciudades cambiaron su religión a fin de salvar sus vidas, los
Santángel también adoptaron el cristianismo. Al igual que los
Villanueva, cuyo antepasado era Moisés Patagón [2], y los Clemente,
quienes descendían de Moisés Chamorro, los Santángel también habían
venido de Calatayud, la antigua Calat-al-yehud, que en el siglo XIV tenía
una de las comunidades judías más ricas en Aragón.
Para esa familia que estaba en tal alta reputación en todo Aragón,
Cataluña y Valencia, la Inquisición resultó ser fatal. Como ya hemos
visto, a la introducción del Santo Oficio se opusieron los marranos más
ricos y más distinguidos de Zaragoza. Los Santángel estaban entre
aquellos que, en el fondo fieles a su antigua fe, encabezaron la
conspiración contra el Inquisidor Pedro de Arbués. Así como el punto
donde Arbués recibió su golpe mortal todavía está indicado en la iglesia
metropolitana de La Seo, así también uno todavía puede ver en el grande
y hermoso mercado-plaza de Zaragoza las majestuosas casas que en los
días florecientes de la capital aragonesa pertenecieron a Luis y Juan de
Santángel. Los Santángel estuvieron también entre los primeros herejes
judíos que subieron a la pira funeraria.
Él era el hijo del rico Luis de Santángel, que era el recaudador de los
impuestos y aduanas Reales en Valencia, un cargo que él mismo
posteriormente desempeñó; él era sobrino del Luis de Santángel que
murió en la hoguera en Zaragoza. El rey Fernando lo designó escribano
de ración, canciller de la corte en Aragón. Él también tuvo en Aragón la
misma influyente posición de contador mayor, o contralor general, que
era ocupada por Alonso de Quintanilla en Castilla. Él era un favorito del
rey Fernando, disfrutó de la completa confianza de éste, conocía todos
sus secretos, y tramitó toda clase de negocios para él. El rey lo tenía en
alta estima por su fidelidad, su sagacidad, su extraordinaria diligencia y
talento administrativo, su genuina integridad y su completa lealtad a la
corona; siempre que Fernando le escribía, lo llamaba "buen aragonés,
excelente y bien amado consejero". Por otra parte, Luis de Santángel
debió a su amigo Real no sólo su eminente posición sino también su
vida; si no hubiera sido por la intervención directa del rey, él y sus hijos
habrían compartido el destino de su tío y el de muchos de sus parientes.
Si, como predijo Colón, alguna otra potencia europea tuviera la buena
fortuna de actuar como su patrocinador y cosechar los frutos de esos
descubrimientos, el reino de España, sus gobernantes, y la nación entera
sufrirían mucha vergüenza y perjuicio. Si la reina no aprovechaba esa
oportunidad, ella se lo reprocharía toda su vida, sus enemigos se
mofarían de ella, y sus descendientes la culparían; ella perjudicaría su
honor y el renombre de su nombre Real; ella perjudicaría sus Estados y
el bienestar de sus súbditos (Las Casas, Historia de las Indias, cap. 32).
[4] "Mas prestándole Luis de Santángel diez y seis mil ducados sobre
sus joyas". Pizarro y Orellano, Varones Ilustres del Nuevo Mundo,
Madrid, 1639, p. 10. Esa aseveración es aceptada por Prescott en su
History of Fernando and Isabel, y por Washington Irving en su excelente
Life of Columbus.
[5] Las Casas, Historia de las Indias, cap. 32; Muñoz, Historia del Nuevo
Mundo, volumen. II, cap. 31.
[6] Véase el excelente ensayo del erudito académico Cesáreo Fernández
Duro, Las Joyas de Isabel la Católica, en su Tradiciones Infundadas,
Madrid, 1888.
Debido a los celos que todavía existen hasta hoy entre Castilla y
Aragón, escritores aragoneses han discutido recientemente la cuestión
de si Luis de Santángel prestó ese dinero de su propio bolsillo o si él lo
aseguró indirectamente de la tesorería estatal por medio de Gabriel
Sánchez, el tesorero general de Aragón. Aparte del hecho de que la
tesorería de Aragón, así como la de Castilla, estaba vacía a consecuencia
de la prolongada guerra con los moros [8], los extraordinarios servicios
de Santángel en esa materia son claramente demostrados por la alabanza
excesiva que Fernando otorgó a su "bien amado" Luis de Santángel, y
por las muchas pruebas de gratitud que el rey le dio. De éstas tendremos
más para decir luego.
[9] Los parientes de Gabriel, como todos los que llevaban el apellido
Santángel, fueron perseguidos por la Inquisición. Su padre, Pedro
Sánchez, fue quemado en efigie en Zaragoza en 1493, "por hereje
apóstata judaizante", y sus hermanos y hermanas murieron en la hoguera
como herejes judíos.
CAPÍTULO VI
[1] Annali della Repubblica di Genova Illustrati con Note dal Cav. G. B.
Spotorno, II, 566.
[2] Bernáldez, el fanático autor de la Historia de los Reyes Católicos, era
el párroco de la pequeña ciudad de Los Palacios. Colón fue su alojado
durante un tiempo.
[3] Las siguientes palabras están al final del edicto: "E assi mismo damos
liçencia é facultad a los dichos judíos é judías que puedan sacar fuera de
todos los dichos nuestros reynos é señoríos sus bienes é faciendas por
mar é por tierra, en tanto que no seya oro, nin plata, nin moneda
amonedada, nin las otras cosas vedadas por las leyes de nuestros reynos,
salvo mercaderías que no seyan cosas vedadas ó encobiertas".
El rey y la reina actuaron de pleno acuerdo, pero Fernando
desempeñó el papel principal en la expulsión de los judíos. De ahí que
el edicto no fuera firmado por el secretario de Estado castellano Gaspar
Gricio sino por el secretario de Estado de Aragón Juan de Coloma, un
antiguo confidente del rey. Historiadores españoles recientes admiten
sin dificultad que Fernando fue llevado a adoptar esa medida más por
motivos económicos y políticos, más por el deseo de promover sus
propios intereses materiales, que por el celo religioso con que actuaba
Isabel [4].
[4] "La expulsión de los judíos obedeció menos a causas religiosas que
a económicas y políticas", dice Abdón de Paz en la Revista de España,
vol. 109, p. 377. Véase también de Adolfo de Castro, Historia de los
Judíos en España, 136, y Bofarull y Broca, Historia Crítica de Cataluña,
Barcelona, 1877, pp. 377 sq.
El rey necesitaba mucho dinero para llevar a cabo su plan para poner
el nuevo territorio bajo su dominio. Él lo tomó de los judíos, que eran
ricos, sobre todo en Castilla; algunos de ellos tenían tanto como uno o
dos millones de maravedíes, o más. La Inquisición, a la que él había
traído a la existencia, y la expulsión de los judíos, que él había decretado,
tenían uno y el mismo objetivo: la primera pretendía asegurar la
propiedad de los judíos secretos para la tesorería estatal, y la segunda,
so capa de religión, pretendía confiscar la propiedad de aquellos que
abiertamente profesaban ser judíos.
[5] Ese acuerdo fue impreso por Las Casas, Historia de las Indias, cap.
33.
Fernando, que se había opuesto enérgicamente durante mucho tiempo
a la expedición, se vio obligado a ceder gracias a la persistencia de
Colón, y obligado a aceptar las excesivas demandas del explorador, que
dos veces habían hecho que las negociaciones fueran discontinuadas. Él
le concedió el título de almirante, con todos sus privilegios, y lo hizo
virrey y gobernador general de todas las tierras que él pudiera descubrir
o adquirir. Colón no estaba contento sólo con dignidades y honores para
él y sus descendientes sino que deseaba también sacar una considerable
ganancia material de sus viajes. El objetivo principal de sus
exploraciones era, de hecho, encontrar oro, y en una carta a la reina él
declaró francamente que ese oro podría ser incluso el medio para
purificar las almas de los hombres y asegurar su entrada en el Paraíso.
Así, él estipuló que él debía tener un décimo de todas las perlas, piedras
preciosas, oro, plata, especias y otros artículos; en resumen, un décimo
de todo lo encontrado, comprado, intercambiado o de otro modo
obtenido en las tierras recién descubiertas; él también debía tener un
octavo adicional de las ganancias de la actual empresa y de todas las
empresas similares emprendidas en el futuro, a condición de que él
debiera contribuír con la octava parte del gasto.
En su diario, Colón admite que la tierra fue primero vista por uno de
sus marineros; pero el avaro explorador no pudo resistir la tentación de
reclamar la propina Real de diez mil maravedíes, y el pobre marinero
perdió eso así como el jubón prometido. ¿Quién fue el afortunado
marinero cuyas esperanzas fueron de esa manera rotas? Gonzalo
Fernández de Oviedo, que vio a los judíos marcharse de España y oyó
sus tristes lamentaciones, fue informado (así él nos lo dice) por Vicente
Pinzón, el comandante de la Niña, y por el marinero Hernán Pérez
Mateos, que fue un hombre de Lepe el que primero vio una luz distante
y gritó "¡Tierra!". Según Fernández de Oviedo, cuando ese hombre
encontró que lo habían defraudado con la propina, consiguió su
licenciamiento, fue a África, y allí desechó el cristianismo a cambio de
su antigua fe. El cronista no nos informa si la antigua fe era el judaísmo
[7]. Según otros, fue Rodrigo de Triana, un marinero de la Pinta, quien
primero gritó.
[15] Véase, entre otros escritores, Garrick Mallery, Israelite and Indian;
a Parallel in Planes of Culture, Salem, 1889. Para otros trabajos sobre
este tema, véase Narrative and Critical History of America, editada por
Justin Winsor, Boston, 1889, I, 115-116.
CAPÍTULO VII
Regreso de Colón — Sus Cartas a Santángel y Sánchez — Preparativos
para la Segunda Expedición; el Dinero de los Judíos Utilizado — El
Segundo Viaje — Descubrimientos Portugueses — Vasco da Gama y
Abraham Zacuto — Gaspar da Gama — Francisco de Albuquerque y
Hucefe, o Alexander de Atayde.
Dicho tema fue estudiado más a fondo por Joseph Cohen, un hijo de
exiliados españoles, que nació en Aviñón en 1495. Él fue educado en
Génova, donde ejerció como médico hasta 1550, cuando él y sus
correligionarios fueron desterrados de aquella ciudad. Él fue a
Voltaggio, y luego se estableció en Castelletto Monferrato. Él tenía
ochenta años cuando murió. Tradujo al hebreo la Historia General de las
Indias de Francisco López de Gómara, que apareció en 1535, la segunda
parte de la cual contiene La Conquista de México y de la Nueva España.
La traducción hebrea en dos libros, que fue completada en 1557, existe
sólo en manuscrito. Cohen también habla de los descubrimientos
portugueses y españoles en su tratado hebreo titulado Libro de la Crónica
de los Reyes de Francia y de los Grandes Duques Otomanos, que
primero apareció en Venecia en 1553 ó 1554. Cohen atribuye el
descubrimiento de América a Amerigo Vespucci.
A fin de protegerse contra los celos de Portugal, y de asegurar para
España las tierras descubiertas por Colón así como aquellas que éste
pudiera descubrir en el futuro, el astuto Fernando apeló al Papa por
ayuda. En ese entonces el trono papal era ocupado por el aragonés
Alejandro VI. La única cosa buena que puede ser dicha de él es que trató
a los judíos magnánimamente; él, de hecho, era comúnmente llamado
"el marrano" o "el judío". Aunque él no fuera un amigo de Fernando,
publicó su famosa Bula de Demarcación el 3 de Mayo de 1493, que
pretendía impedir futuras peleas entre España y Portugal en cuanto a la
posesión del territorio recién descubierto. Esa concesión fue concedida
a España para todo tiempo futuro, a condición de que sus gobernantes se
esforzaran por propagar la fe católica en las tierras recién descubiertas
[2].
[3] La ley prohibía a las judías llevar puestos ornamentos hechos de oro.
Véase Kayserling, Das Castilianische Gemeinde-Statut, en Jahrhuch für
die Geschichte der Juden, IV, 278, 331.
[4] Un justo es una moneda de oro portuguesa que valía 600 reis; medio
justo era llamado un espadín.
[5] En el tiempo de Fernando e Isabel, 1 marco de plata = 2.210
maravedíes; 1 ducado = 383 maravedíes; 1 doblón = 490 maravedíes.
[6] Antes de 1502 Zacuto fue a Túnez, donde escribió su valiosa crónica,
Jochasin. Él murió en Esmirna alrededor del año 1515.
[7] Según Damião de Goes, Chron. de D. Manuel, parte I, cap. 44, "era
judeu de Reyno do Polonia do Cidade de Posna". Según Barros, Asia,
dec. I, lib. 4, cap. II, él nació en Alejandría. Correa, I, 125, lo llama
"judeo granadi... este judeo na tomada de Granada sendo homem
mancebo desterrado"; esto no está de acuerdo, sin embargo, con la propia
declaración del judío de que antes de la llegada de los portugueses a Goa,
en 1498, él había pasado cuarenta años en prisión. Su nombre es
desconocido.
[8] Según Gaspar Correa, Lendas da India, fue por seguir el consejo de
Gaspar que Álvarez Cabral descubrió la costa de Brasil.
En Cabo Verde, en su viaje a casa, Álvares se topó con los barcos que
habían sido enviados desde Portugal expresamente para descubrir Brasil.
Amerigo Vespucci, que estaba en esa flota, se dio prisa para
aprovecharse del conocimiento y la experiencia de Gaspar da Gama, el
hombre mejor informado entre los seguidores de Álvares Cabral. Gaspar
le dio la información deseada acerca de la situación y condición, la
riqueza y el comercio, de las distantes tierras que Vespucci tenía la
intención de visitar. Este último, puede ser observado incidentalmente,
nunca menciona a Colón y sus descubrimientos; él lo ignota como si
nunca hubiera existido. Pero él habla de Gaspar en términos de alta
alabanza. En una de sus cartas Vespucci se refiere a él como "un hombre
digno de fe, que había viajado desde El Cairo hasta una provincia que se
denomina Malaca [en Malasia], la cual está situada en la costa del Mar
Índico... el dicho Gaspar, que sabía muchas lenguas y los nombres de
muchas provincias y ciudades. Como digo, es un hombre de mente alta,
porque ha hecho dos veces el viaje desde Portugal al Mar Índico. Él
también visitó la isla de Sumatra, y me dijo que él sabía de un gran reino
en el interior de India que era rico en oro, perlas y otras piedras
preciosas" [9].
[9] F. A. de Varnhagen, Amerigo Vespucci; Son Caractère, Ses Écrits,
Sa Vie, Lima, 1865; Humboldt, Examen Critique de l'Histoire de la
Géographie, V, 82.
En el año 1502 Gaspar hizo otro viaje a la India con una flota que fue
comandada por Vasco da Gama. Él negoció con el rey de Quiloa, que
era conocido por ser astuto e ingenioso. En Cochín, unos días más tarde,
él encontró de nuevo a su esposa. Esa mujer, que era notoria por sus
conocimientos, había resistido todos los incentivos para abandonar el
judaísmo. Cuando el primer Virrey de India, Francisco de Almeida, fue
a tomar posesión de su cargo en 1505, él fue acompañado por Gaspar y,
entre otros, por el hijo del doctor Martín Pinheiro, el juez de la Corte
Suprema en Lisboa. El joven Pinheiro llevó consigo un tronco
completamente lleno de rollos de la Torah, que habían pertenecido a las
sinagogas recientemente destruídas de Portugal. Él tenía la intención de
venderlas en Cochín, donde había muchos judíos y sinagogas [10]. La
esposa de Gaspar negoció la venta; por trece rollos de la Torah Pinheiro
obtuvo cuatro mil pardaos. Cuando el virrey oyó de esa transacción,
reprochó a Pinheiro con un lenguaje violento, y luego, después de
confiscar los beneficios de la venta para la tesorería estatal,
inmediatamente envió un informe de todo ese asunto a Lisboa.
CAPÍTULO VIII
Felipe II era el hijo de una hija del rey portugués Don Manuel, y era
un nieto de aquel hermoso Felipe cuya infidelidad causó la locura de su
esposa Juana, una hija de Isabel la Católica. Bajo esa melancólica y
tiránica monarca la Inquisición renovó su nefasta actividad en América.
Los tribunales del Santo Oficio fueron establecidos en Perú, en Lima, y
judíos y marranos fueron entregados a las llamas.
[3] José Toribio Medina, Historia del Tribunal del Santo Oficio de la
Inquisición en Lima, Santiago, 1887.
ANEXO
Doña Juana por las gracias de Dios Reyna de Castilla, [de Toledo, de
León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, del
Algarve, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias], de las Yndias
yslas e tierra firme del mar oceano [y Señora de Vizcaya y de Molina].
Dada de Burgos a cinco dias del mes de octubre año del nascimiento
del nuestro señor de mill e quinientos e honze años.
Yo el Rey.–